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LA EUTANASIA CONTINÚA COBRANDO LA VIDA DE GENTE SANA

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Zoraya ter Beek ejecutó su suicidio asistido el pasado 22 de mayo. Nunca se le habló de Dios, nunca se le invitó a conocerle y le quitaron todo tipo de esperanza al decirle que «nunca mejoraría».

Redacción ONG Católica «Sin Componenda» | hispanidad.com

En abril comentábamos en nuestro Facebook de Derechos Humanos (ONG Católica «Sin Componenda) el caso de Zoraya ter Beek una joven que buscaba la eutanasia y la cual se ejecutó el pasado 22 de mayo, tras aplicársele el artículo del Código de Eutanasia oficial de Países Bajos.

En agosto de 2020, su psiquiatra le comunicó palabras que consideramos rotundamente demoniacas, viles, nauseabundas y mentirosas: «No hay nada más que podamos hacer por ti. Nunca va a mejorar» y a la joven le quitaron todo atisbo de esperanza.

Nunca se le habló de Dios, nunca se le invitó a conocerle, todo se evaluó y se realizó desde un plano netamente racional olvidándose de que el hombre no solo es materia, sino que, también, tiene alma y espíritu y es un ser biopsicosocial y espiritual. Nada de eso tomaron en cuenta.

Ante esta situación, pareciera que las intenciones, tanto de los médicos como de su psiquiatra, eran encaminarla hacia la eutanasia. Ella misma menciona que se lo dijeron como opción: “Veo la eutanasia como una especie de opción aceptable presentada por los médicos y los psiquiatras, cuando antes era el último recurso”. 

Y como dicen nuestros amigos de Hispanidad «en cualquier caso, insistimos, este caso no es sino un ejemplo más del plano inclinado o pendiente deslizante por el que transitan los países que han aprobado la eutanasia: se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales…, que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.

Un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando al eutanasia incluso sin su consentimiento.

Porque la eutanasia y el suicidio asistido suponen traspasar la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo, es decir, que es ley natural: respetar la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción a la muerte natural. Y esa frontera ética debería estar reconocida por las leyes.»