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EL AGENTE 007 DEL VATICANO, PADRE JORDI BERTOMEU EN MALAS COMPAÑÍAS COMO SE VE EN ESTA FOTO

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Basta ver a caviares que han hecho daño al Perú y que son apoyados por medios de comunicación corruptos como el diario «La República», para desconfiar de una investigación imparcial.

Reproducimos en su integridad un artículo del portal web La abeja sobre el particular:

LA RED DE AMISTADES PELIGROSAS DE JORDI BERTOMEU | DIARIO LA ABEJA

Por: Luciano Revoredo

El caso del Sodalicio ha destapado una trama que va más allá de los abusos denunciados: un escándalo de supuesta corrupción, conflictos de interés y una red de relaciones que cuestionan gravemente la imparcialidad de quienes lideran la investigación desde el Vaticano. En el centro de esta controversia está Jordi Bertomeu, conocido como el “007 del Vaticano” por su rol en la lucha contra los abusos sexuales en la Iglesia, cuya reputación de objetividad se desmorona ante evidencias contundentes de su cercanía con personas interesadas en los casos que “investiga” y su asociación con figuras de reputación dudosa.

El 19 de marzo de 2025, el diario El Español destapó la primera pieza de este rompecabezas en un artículo titulado “Bertomeu, el sacerdote del Papa contra el abuso a menores, se asocia en el Perú con un ex de CiU investigado por corrupción” (Reproducido en este portal). Este reportaje expuso la estrecha relación entre Bertomeu, el cardenal Carlos Castillo  y Manel Riera, su mano derecha en el Perú. Riera, un exmilitante de Convergència i Unió (CiU) investigado por irregularidades urbanísticas en Moià (Barcelona), fue designado por Bertomeu como liquidador de organizaciones ligadas al Sodalicio. Su única “experiencia” en el ámbito es haber gestionado Company for the Protection of Minors and Vulnerable People Ltd., una empresa fantasma en el Reino Unido con empleados ficticios generados por inteligencia artificial, y We Are Free, una web opaca que pedía donaciones para combatir abusos en la Iglesia. Tras la publicación, ambos sitios fueron borrados en un intento descarado de eliminar pruebas. ¿Coincidencia? Difícilmente.

Pero la podredumbre no termina ahí. El 9 de abril de 2025, El Español dio un golpe aún más duro con “Las ‘amistades peligrosas’ de monseñor Bertomeu, el agente 007 del Vaticano: conflictos de interés y borrado de webs”. Este artículo reveló una fotografía comprometedora tomada en Roma, en la casa de los periodistas John L. Allen y Elise Ann Allen (Crux), un día después de la expulsión de miembros del Sodalicio por orden del Vaticano. En la imagen, Bertomeu aparece celebrando con vino junto a Pedro Salinas, Paola Ugaz, los Allen y Renzo Orbegozo, exmiembro del Sodalicio. Esta escena no es un simple brindis: es la prueba gráfica de una alianza entre el supuesto juez vaticano y los principales acusadores del Sodalicio.

Salinas y Ugaz, autores del libro Mitad monjes, mitad soldados, han convertido su cruzada personal contra el Sodalicio en una obsesión que habrá de redituar pingües beneficios económicos en su momento. Salinas, exmiembro de la organización hace cuatro décadas, fue condenado en 2019 por “difamación agravada” tras difamar al arzobispo de Piura, y su falta de rigor periodístico ha sido expuesto por el abogado Percy García Cavero en el libro  El caso Pedro Salinas en la Justicia del Perú. Ugaz, por su parte, ha publicado decenas de artículos en La República —69 entre marzo de 2024 y febrero de 2025, según El Español— abogando por la disolución del Sodalicio, citándose a sí misma o a Salinas como fuentes principales. Esta coordinación mediática no es casualidad: es una estrategia orquestada.

La foto comprometedora adquiere un significado aún más siniestro cuando consideramos el contexto. Según Giuliana Caccia, víctima de una campaña difamatoria liderada por estos mismos periodistas, la imagen fue tomada justo después de que Bertomeu firmara un precepto que amenazaba con excomulgarla a ella y a Sebastián Blanco por denunciarlo por violación del secreto profesional. Aunque el Papa Francisco revocó esa amenaza en una audiencia privada, la celebración de Bertomeu con sus aliados sugiere una victoria anticipada, un brindis por el poder que esta red ejerce sobre el destino del Sodalicio y otras de sus víctimas.

¿Podemos confiar en la inocencia o imparcialidad de Bertomeu? Él niega haber filtrado información a estos periodistas, pero la evidencia habla por sí sola. Su alianza con Riera, un hombre envuelto en sombras de corrupción, y su intimidad con Salinas, Ugaz y los Allen —todos comprometidos en una campaña difamatoria contra el Sodalicio y sus críticos— apuntan a una conspiración. No se trata solo de conflictos de interés: es un complot para manipular el proceso vaticano, silenciar a los disidentes y garantizar un desenlace favorable a los intereses de este grupo. La limpieza de pruebas digitales tras las publicaciones de El Español y la feroz contraofensiva mediática, con ataques como los de Salinas calificando a este diario como “esa cosa” y a sus investigaciones como “manipulación orquestada por payasos”, solo refuerzan la sospecha de que hay mucho que ocultar.

El Vaticano debe responder sobre Bertomeu, si es el “007” de la justicia eclesial, ¿quién vigila al vigilante? Esta red de amistades peligrosas no solo pone en duda la legitimidad de sus actos, sino que mancha la credibilidad de la Iglesia en su lucha contra los abusos. La verdad merece salir a la luz, no ser enterrada bajo francachelas romanas con copas de vino y pactos en la sombra.

El Vaticano no puede seguir mirando al otro lado. Bertomeu, supuesto paladín de la verdad, parece más un titiritero de una red que mezcla corrupción, difamación y poder mediático. ¿Es este el hombre en quien confía el Papa para sanar las heridas de la Iglesia? La foto de Roma, los borrados de webs y las sombras de Riera revelan una sola cosa: aquí no hay justicia, hay complot. Es hora de que se investigue a los investigadores y se desenmascare esta farsa.