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LOS CASOS DE ABUSOS SEXUALES ALCANZAN A LOS ANGLICANOS

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Su líder tendrá que rendir cuentas respecto a su silencio cómplice por no actuar debidamente ante el caso de un evangélico que abusó de 130 niños.

Redacción ZENIT

Un capítulo inquietante en la historia reciente de la Iglesia de Inglaterra vuelve a la palestra pública, con un nuevo escrutinio sobre el arzobispo Justin Welby tras la publicación de un informe largamente demorado por el investigador Keith Makin. El informe destaca cómo John Smyth, un ex abogado del Consejero de la Reina y figura influyente dentro de un movimiento evangélico alineado con la Iglesia, abusó repetidamente de más de 130 niños y adolescentes bajo el disfraz de mentoría cristiana en los campamentos de Iwerne Trust, eventos a los que asistían estudiantes de élite de las mejores escuelas públicas del Reino Unido.

Los abusos de Smyth duraron años. A pesar de las advertencias iniciales en 1984, se trasladó a Zimbabwe, donde continuó con sus prácticas de “campamento”, lo que condujo a la trágica muerte de un joven, Guide Nyachuru, en 1992. Cuando Smyth enfrentó un nuevo escrutinio y arresto en Zimbabwe, huyó a Sudáfrica, donde vivió impune hasta su muerte.

La publicación del informe Makin, que se preparó durante más de una década, reveló una red de respuestas tardías y recursos inadecuados por parte de la Iglesia de Inglaterra, un hecho que ha enfurecido profundamente a las víctimas. “La justicia demorada es justicia denegada”, expresaron las víctimas, lamentando los años que tardaron en reconocer su sufrimiento. Señalaron directamente a la oficina de Welby como la causa principal de esta demora, enfatizando que la vacilación de la Iglesia solo intensificó su angustia.

En un giro particularmente polémico, el arzobispo Welby, que en su día había estado vinculado al campamento de Iwerne Trust como líder juvenil, ahora está implicado por supuestas omisiones a pesar de haber recibido información sobre el alcance de los abusos de Smyth en 2013. Su respuesta a estas revelaciones ha sido considerada inadecuada tanto por las víctimas como por el clero. En entrevistas, Welby reconoció su “incompetencia”, pero negó cualquier encubrimiento deliberado, un sentimiento que ha dejado insatisfechas a muchas víctimas.

La aceptación por parte del arzobispo de la responsabilidad por su mal manejo del caso Smyth no ha suavizado el golpe para muchos, que argumentan que su respuesta carece de la acción necesaria para restaurar la fe en el liderazgo de la Iglesia Anglicana. Con Welby ahora renunciando formalmente, deja un legado plagado de controversias y preguntas difíciles. ¿Abrirá su salida el camino para una Iglesia de Inglaterra más transparente y consciente del trauma? Para muchas de las víctimas de Smyth, sólo el tiempo dirá si este doloroso capítulo en la historia de la Iglesia Anglicana conducirá a un futuro genuinamente restaurador.