«La mitad de las parejas prefiere interrumpir el embarazo. Es verdad que a veces te quedas frustrado, porque se le prive de una oportunidad terapéutica a un niño». «Para nosotros, un feto de 22 semanas es un paciente más. Es nuestro enfermo aunque no lo podamos tocar ni ver. Es un individuo al que conocemos muy bien». mencionó.
Redacción por Hispanidad – hispanidad.com
Su nombre es Alberto Galindo es jefe de servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital 12 de Octubre de Madrid y da una entrevista a El Mundo, que merece la pena leer. Hablamos del médico que más patologías cardíacas fetales ha operado en España.
En 2008, él y su equipo fueron los primeros en realizar una intervención cardíaca a un feto, en concreto fue la reparación de una válvula aórtica en un feto de 25 semanas. Desde entonces ya van 40 operaciones.
El doctor lo explica así: «Tenemos que atravesar todas las capas: la piel de la madre, el útero, la membrana amniótica, la piel del feto, sus costillas, y -por fin- llegar al corazón», todo ello con una aguja de 15 centímetros de largo y poco más un milímetro de grosor.
«Intervenimos la cardiopatía del feto con esa aguja a través del vientre de la madre y siempre con control ecográfico. Son pacientes con un corazón del tamaño de una moneda de un euro. Solo que en ese euro hay un montón de estructuras complejas y delicadas: se requiere mucha precisión para que tu catéter solo afecte a la estructura que quieres tocar. Es su última baza. Estamos dentro una media de 11 minutos y salimos. Entre el 10% y el 25% de las intervenciones, el feto muere. Pero casi siempre sale bien».
Galindo cuenta que todo empezó con su propia historia personal, en concreto, con su hermano mediano Ignacio que sufría «el síndrome de Smith-Lemli-Opitz (SLO), una extraña enfermedad caracterizada por la presencia de anomalías congénitas múltiples y retraso intelectual». Murió cuando tan sólo tenía 12 años a causa de una cardioparía, justo cuando el doctor iba a comenzar su carrera de medicina.
Y ahí surgió todo, decidió que quería salvar a los niños, incluso en el vientre de su madre: «Ves a un niño corriendo por el pasillo del Hospital, y alguien te recuerda que a ese niño le operaste tú intraútero. Le ves corriendo, saltando, jugando. Y te dices que la medicina merece la pena»
«Son intervenciones mínimamente invasivas en la vida fetal
Con el fin de reducir el riesgo de las complicaciones que suponen haber invadido el claustro materno. Porque el talón de Aquiles de la terapia fetal es que se precipite el parto por haber entrado ahí. O que ese saco se rompa y vengan las complicaciones».
«Nos lleva mucho tiempo la preparación del paciente. Hay que colocarlo para acceder bien a su corazón con la aguja. O bien mediante manipulación o bien por azar porque el feto se haya quedado bien posicionado. La madre está consciente pero con anestesia local. Al feto hay que pincharle para una anestesia general. En primer lugar, para que no se mueva: se queda dormido entre dos y tres horas. En segundo lugar, para que no tenga dolor. Por el interior de la aguja de un milímetro, metemos un catéter en cuyo extremo va el balón ovalado de tres milímetros desinflado. Con control ecográfico, vemos dónde hay que dilatar la válvula. Lo ponemos ahí. Inflamos el balón. Esa válvula se abre».
El medio detalla que son ocho personas las que trabajan en la operación: «dos especialistas en medicina materno-fetal, dos cardiólogos, el anestesista, la enfermera, la madre y «el paciente»«, El Mundo resalta que el doctor Galindo en todo momento se refería al feto como «el paciente», cuando es lo más lógico, lo que se está operando es una persona con todos sus derechos, aunque más de uno siga negando la realidad.
El periodista no sale de su asombro y espeta al doctor «Me sigue llamando la atención que al feto lo llame paciente», «Para nosotros, un feto de 22 semanas es un paciente más. Es nuestro enfermo aunque no lo podamos tocar ni ver. Es un individuo al que conocemos muy bien».
«Perdone la pregunta. ¿Es usted creyente?», insiste, Galindo afirma que lo es, «¿Y le condiciona esa fe a la hora de realizar su trabajo?»
«No. Estamos hablando de medicina. De nada más. La mitad de estas parejas prefiere interrumpir el embarazo… son niños que van a requerir más intervenciones y nadie asegura su resultado. No juzgamos nunca la decisión de continuar o no. Es verdad que a veces te quedas frustrado porque se le prive de una oportunidad terapéutica a un niño, pero como persona entiendo perfectamente la postura… Muchos padres me preguntan: ‘¿Usted qué haría en nuestro caso?’. Yo siempre les digo que a eso no les puedo contestar, que esa decisión es sólo suya».
«Estas patologías no se pueden operar antes de la semana 20 [cuatro meses y medio de gestación]. Porque esa aguja no cabe en el corazón de un paciente tan pequeño. Si la industria desarrollara dispositivos más pequeños, sí nos lo podríamos plantear», sostiene. «Por encima de las 26 semanas, casi todos soportan la operación. Pero hay veces que tienes que entrar antes y asumir riesgos, porque la ventana de oportunidad terapeútica es muy pequeña y tienes que decidir: o entras en la semana 22 o ya no entras».
Es más, cuentan el caso de José Manuel, cuando tenía 22 semanas, su madre Elena acudió a una ecografía rutinaria, pero le detectaron una «malformación incompatible con la vida» en el feto. Cuando Elena y su marido se enteraron que su bebé podía ser operado no lo dudaron ni un momento: «No teníamos nada que perder». El doctor Galindo llevó el caso y José Manuel nació sana y salvo.
Ojo, porque a José Manuel lo salvaron en la semaan 22, y en España la ley permite la interrupción por patología fetal y por el coladero de salud materna (física y psíquica) hasta esa misma semana. Además, en el artículo aclaran que sólo se pueden intervenir corazones de un feto en dos hospitales en todo el país. Claro, es prioritario el gasto para que el aborto sea libre y gratuito.