La inmigración excesiva perjudica a la tasa de natalidad.
Redacción gaceta.es
En el mes de abril, el Banco de España emitió su Informe Anual de 2023 en el que aseguraba que España necesitará 24.673 millones de inmigrantes más en edad de trabajar en 2053. Según la entidad, esta puede ser la solución que evite el proceso de envejecimiento poblacional en el que se encuentra inmerso el país y resolver los desajustes que puedan surgir en el mercado de trabajo español en el futuro.
Como hizo en ese informe el Banco de España, muchos medios de comunicación, y también partidos políticos, utilizan el invierno demográfico —además de la usadísima falta de mano de obra— para argumentar que España necesita ingentes cantidades de inmigrantes. Y lo mismo ocurre en la mayoría del resto de países occidentales.
Uno de los ejemplos más claros es Canadá, una de las principales naciones en aplicar políticas migratorias de puertas abiertas con el objetivo de mantener su economía a pleno rendimiento. En 2020, diversos estudios aseguraron que alentar la inmigración en el vecino más cercano de Estados Unidos era la clave para el desarrollo de la nación. Y la misma línea ha seguido el actual mandatario canadiense, Justin Trudeau, quien ha defendido que la inmigración es necesaria para contrarrestar el envejecimiento de la fuerza laboral y las bajas tasas de fertilidad. Hasta ahora, cuando empieza a verse que quizá, al menos en lo que se refiere a la natalidad, una inmigración excesiva puede tener efectos no deseados.
Así lo asegura una análisis de More Births, que sobre todo pone el foco en cómo la falta de oferta de vivienda unida a la alta inmigración está perjudicando a la tasa de natalidad canadiense. De hecho, el número de nacimientos en el país alcanzó en 2023 su nivel más bajo desde que Statistics Canada comenzó a recopilar datos hace más de un siglo.
«La inmigración puede traer muchos beneficios, pero también tiene costos, y la escasez de viviendas es a menudo uno de ellos. Las limitaciones de vivienda son una de las principales razones por las que no es posible tener tasas de inmigración excesivamente alta«, explica More Births.
Este análisis incide en que la asequibilidad de una vivienda es un factor causal en las tasas de natalidad y también pone el ejemplo de Estados Unidos, donde ya se está sufriendo la falta de viviendas debido a la elevada inmigración.
«Allí donde las viviendas son más asequibles en relación con los ingresos, la fertilidad es mayor. Cuando las viviendas son demasiado caras, los jóvenes suelen verse obligados a vivir con sus padres. Como demostró el demógrafo Lyman Stone en un estudio realizado en varios países para el Instituto de Estudios de la Familia, cuando las parejas jóvenes viven con sus padres, tienden a tener muchos menos hijos. Para la fertilidad, es crucial que los jóvenes comiencen a vivir de forma independiente temprano en la edad adulta, pero esto es muy difícil de lograr cuando hay escasez de vivienda«, explica Daniel Hess, creador de la web especializada en el análisis de datos sobre natalidad.
El caso de Canadá es un buen ejemplo de lo que ocurre cuando la inmigración supera la oferta de viviendas. Ningún país del mundo tiene una mayor migración neta per cápita que Canadá. Sin embargo, la fertilidad se desplomó a sólo 1,25 nacimientos por mujer en 2023, lo que significa que tiene, con diferencia, la tasa de fertilidad más baja entre los países anglosajones y una de las más bajas del mundo.
Hess matiza que, si bien la caída de la fertilidad en Canadá tiene múltiples causas, la crisis de vivienda impulsada por la inmigración es una de las más importantes. Tanto que el propio Ejecutivo liderado por Trudeau ya ha comenzado a reconocer el problema. «Un aumento masivo» en la llegada de inmigrantes ha excedido «lo que Canadá ha podido absorber. Eso es algo que tenemos que volver a controlar», aseguró Trudeau a los periodistas en abril.
Sin embargo, cuando en 2022 varios funcionarios públicos federales advirtieron de que el plan del Gobierno de acoger hasta 2025 a un millón y medio de nuevos residentes podía afectar al sistema sanitario y a la asequibilidad de la vivienda, nadie quiso hacer caso.
Hoy las consecuencias ya son visibles. Según datos del Banco de la Reserva Federal de St. Louis, los precios de la vivienda en Canadá son los más altos del G-7. Para muchos millennials, que en su día fueron un grupo demográfico clave para Trudeau, la propiedad de una casa parece cada vez más inalcanzable.