Comentario de la ONG Católica «Sin Componenda»
Reproducimos este artículo en la cual, cómo la masonería siempre ha tenido el propósito de promover divisiones y confusiones, no solo en la Iglesia, sino en todos los gobiernos del mundo, para imponer solo el triunfo de Lucifer.
Desde los años de 1870 han promovido las dos primeras guerras mundiales y esta tercera que se viene, también, ha sido proyectada desde sus perspectivas.
Esta es la razón por la cual los masones se filtran en todas partes de la actividad humana incluyendo partidos políticos.
Redacción infocatolica.com
William Guy Carr, en Peones en el juego (1955), atribuye a Albert S. Pike, Soberano Gran Comendador del estadounidense Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y jefe de justicia del Ku Klux Klan, un antiguo militar confederado (de hecho el único representante de la Confederación, y a la vez miembro activo del Ku Klux Klan, honrado con una estatua en Washington D. C.) una carta (de una serie de cartas supuestamente escritas entre los años 1870 y 1871) escrita a francmasón y carbonario Giuseppe Mazzini, un filósofo y político italiano que se esforzó por unificar los estados italianos, con el siguiente contenido:
“Fomentaremos tres guerras que implicarán al mundo entero. La primera de ellas permitiría derrocar el poder de los zares en Rusia y transformar ese país en la fortaleza del comunismo ateo necesaria como una oposición controlada y antítesis de la sociedad occidental. Las divergencias causadas por los “agenteur” (agentes) de los illuminati entre los imperios británico y alemán serán utilizados para provocar esta guerra, a la vez que la lucha entre el pangermanismo y el paneslavismo. Un mundo agotado tras la guerra, no interferirá en el proceso de construcción de la “nueva Rusia” y el establecimiento del comunismo, que será utilizado para destruir los demás gobiernos y debilitar a las religiones.
La segunda guerra mundial se desataría aprovechando las diferencias entre la facción ultraconservadora y los sionistas políticos. Se apoyará a los regímenes europeos para que terminen en dictaduras que se opongan a las democracias y provoquen una nueva convulsión mundial cuyo fruto más importante será el establecimiento de un Estado soberano de Israel en Palestina que venía siendo reclamado desde tiempos inmemoriales por las comunidades judías. Esta nueva guerra debe permitir consolidar una Internacional Comunista bastante fuerte para equipararse a la facción cristiana/occidental.
La tercera y definitiva guerra se desataría a partir de los enfrentamientos entre sionistas políticos y los dirigentes musulmanes. Este conflicto deberá orientarse de forma tal que el islam y el sionismo político se destruyan mutuamente y además obligará a otras naciones, una vez más divididas sobre este asunto, a entrar en la lucha hasta el punto de agotarse física, mental, moral y económicamente… Liberaremos a los nihilistas y a los ateos, y provocaremos un formidable cataclismo social que en todo su horror mostrará claramente a las naciones el efecto del absoluto ateísmo, origen del comportamiento salvaje y de la más sangrienta confusión. Entonces en todas partes, los ciudadanos, obligados a defenderse contra la minoría mundial de revolucionarios, exterminará a esos destructores de la civilización, y la multitud, desilusionada con el cristianismo, cuyos espíritus deístas estarán a partir de ese momento sin rumbo y ansiosos por un ideal pero sin saber dónde hacer su adoración, recibirán la verdadera LUZ a través de la manifestación universal de la doctrina pura de “Lucifer», sacada a la vista pública finalmente. Esta manifestación resultará del movimiento reaccionario general que seguirá a la destrucción del cristianismo y ateísmo, ambos conquistados y exterminados al mismo tiempo.”
El Museo Británico niega la existencia de dichas cartas. Efectivamente, las referencias respecto a las dos primeras guerras mundiales pueden perfectamente estar escritas a posteriori – es narrar más o menos lo ocurrido. Sin embargo, partiré de la referencia a la tercera guerra mundial, haya existido tal carta o no, con el fin de transmitir mi reflexión respecto a algunos aspectos de la actualidad y su relación con nuestra fe.
Cuando uno piensa sobre lo que está ocurriendo en todo el norte de África, envuelto en así llamados procesos democráticos, le surge una pregunta de forma natural, ¿es posible que los gobiernos de los países principales de Occidente no sepan lo que está ocurriendo? Y ese uno sabe también cuál es la respuesta: lo saben muy bien. Por lo tanto, la Gélida Época árabe está, al menos, consentida.
No es que un tal conspirador lo haga todo, no es eso. Sino más bien, el que tiene poder, un gran poder terreno, puede aprovechar de lo que hay sobre el terreno para dirigirlo en una u otra dirección. En los Balcanes lo hemos podido ver muy bien. En los últimos años de la década de los ochenta del siglo pasado, existía una enorme confrontación dialéctica, una manifiesta animadversidad entre serbios y croatas. Los serbios eran superiores en número y sobre todo en el armamento, ya que el control del ejército estaba prácticamente en sus manos.
Cuando la aviación y los blindados del así llamado Ejército Popular de Yugoslavia empezaron a machacar los pueblos y las ciudades de Croacia, todo el mundo esperaba que el Occidente intervendría en pocos días. Pero tal intervención no llegó. Todo el mundo comprendió que Milosevic lo tenía consentido, o si se quiere, permitido. También lo tenían permitido los croatas “importar” en los tráiler el armamento pesado de la ex Alemania Oriental como si tal cosa.
Cuando, ya al final, hicieron el juicio a Milosevic en el Tribunal Internacional sacándolo como a un mono de feria para la diversión de las masas, y este empezó a cantar, un poquito, al día siguiente hasta El Mundo sacó el titular: Ponti 0: Milosevic 1. Era demasiado. Había un peligro real que este cantara demasiado. Ya no salió en la tele. Poco después murió en la celda. Muy pocos, por cumplir, croatas y serbios creen que murió de la muerte natural. Pero ahora tocan otros asuntos.
El argumento principal que defiendo es que todo fue dicho en la única Palabra del Padre, en su Hijo (cfr. San Juan de la Cruz). Algunos buscan secretos y misterios; seguro que los hay, y más de lo que podemos encontrar o darnos cuenta. Pero todo está dicho. Lo que ocurrió con el Cuerpo de Cristo,
ocurrirá con su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Solamente que en el caso de la Iglesia, a pesar de ser santa por su Fundador, al ser formada por los pecadores, sufrirá sus dolores de persecución, durante siglos, “para que en nuestro cuerpo completemos lo que le falta a la pasión de Cristo”.
No, no es Albert Pike. Es Satanás el que está detrás de los torturadores, siempre. Es él quien los instiga, empuja, seduce, les inspira crueldad, blasfemia, herejía, rechazo de Dios, abandono de Dios, expulsión de Dios de sus vidas:
“…, revestíos con la armadura de Dios para que podáis resistir las insidias del diablo, porque no es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los principados, las potestades, las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires.” Ef 6, 11-12.
Siempre usará sus engendros para repetir su embestida una y otra vez.
Cristo prefigura en su Cuerpo la persecución de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, en el tiempo, durante siglos, hasta el fin del mundo.
¿Se acuerda alguien ya de la Noche Buena en Nigeria?
No, ahora estamos hablando de otras cosas. Los defensores de la “libertad” defienden la libertad para la exposición blasfema en Madrid y encima los que protestan son acusados de provocadores. A los defensores de la igualdad de género, feministas europeas, progres de izquierda y de derecha les importará un pimiento lo que ocurra en Pakistán. Hay que distraerse del asunto y hablar de otras cosas. La voz del Papa que expresaba su preocupación por la suerte de los cristianos perseguidos parece una voz sin eco.
Durante siglos, la Madre pide a la Iglesia militante, el consuelo que ella le dio a su Hijo en el Vía Crucis. La prefiguración de los que siguen y consuelan a Cristo en la Historia. ¿Quién te consuela Cristo mío, Jesús de mi alma?