La situación de los católicos chinos sigue siendo de extrema gravedad, a pesar del acuerdo entre el régimen comunista chino y la Santa Sede. Particularmente complicada es el papel que deben desempeñar los sacerdotes ante el control que se les aplica. De este modo, Asianews publica la carta enviada por un sacerdote chino “clandestino” sobre un tema muy concreto: la cuestión del “registro oficial” que las autoridades chinas exigen ahora a todos los sacerdotes, haciendo uso también del Acuerdo de 2018 con la Santa Sede sobre el nombramiento de obispos, que no exige este cumplimiento.
Mes tras mes, la presión es cada vez más insistente, sobre todo en aquellas provincias donde aún existen importantes comunidades «clandestinas», que en conciencia consideran que no deben unirse a la Asociación Patriótica de Católicos Chinos, fuertemente influenciada por el control y la ideología del Partido. En esta carta, el sacerdote explica detalladamente por qué la inscripción no es sólo un acto formal, sino un problema muy concreto para el ejercicio del propio ministerio pastoral. Y las dificultades que entraña en la vida de un sacerdote.
Cuando el clero decide «registrarse oficialmente», es decir, unirse a la Asociación Patriótica de Católicos Chinos, reconocida por el gobierno, y al sistema oficial, obteniendo legalmente un «estatus legítimo», se enfrenta a una serie de complejos desafíos en términos de trabajo pastoral y conciencia religiosa:
- La laceración y el conflicto interior de la conciencia religiosa
- El conflicto de conciencia
La Iglesia católica hace hincapié en la «libertad de conciencia» y la «fidelidad a la fe». Unirse a la Asociación Patriótica significa aceptar el liderazgo de una organización cuestionada por la Iglesia universal.
Para algunos sacerdotes, la inscripción aparece como un compromiso con el poder político, generando un sentimiento de culpabilidad por ‘traición a la fe’, que se acumula con el tiempo.
- Ambigüedad en la comunión con el Papa
Aunque el Papa Francisco, por razones pastorales, ha aceptado la legitimidad de algunos ‘obispos registrados’, el acuerdo sino-vaticano no obliga a los sacerdotes a registrarse.
Una vez registrados, algunos sacerdotes pueden ser malinterpretados como «ya no leales a la Santa Sede», generando una zona gris en su identidad eclesial.
- Espacios pastorales ampliados, pero con muchas limitaciones
- Celebraciones públicas bajo control
Pueden celebrar misas, predicar y administrar sacramentos en iglesias aprobadas por el gobierno.
Sin embargo, el contenido de las homilías debe evitar temas delicados como la autoridad papal, la Iglesia universal, la persecución religiosa y la situación de la Iglesia clandestina.
Las iglesias suelen estar equipadas con cámaras, y el personal del gobierno puede asistir o incluso intervenir durante las homilías.
- Libertad administrativa limitada
La organización de actos, cursos de formación, catequesis para jóvenes requiere aprobación;
No se pueden crear libremente seminarios o grupos de formación profesional;
Los fieles deben obtener una aprobación oficial para desempeñar funciones de predicación o conferencias, lo que limita la colaboración pastoral con los laicos.
La necesidad de renovar continuamente las certificaciones crea fatiga mental en el clero.
3. Crisis de confianza por parte de la comunidad de fieles
- Alienación de los fieles clandestinos
Los fieles que han seguido durante mucho tiempo la fe «clandestina» pueden considerar a los sacerdotes registrados como «comprometidos, derrotados»;
Las redes familiares de fieles pueden romperse, comprometiendo la continuidad pastoral.
- Reacciones complejas entre los fieles oficiales
- Algunos de los fieles oficiales aceptan a los sacerdotes inscritos, pero debido a su compleja historia eclesial pueden permanecer cautelosos sobre su identidad;
- El hecho de no ser plenamente aceptados por ambas partes puede hacer que los sacerdotes inscritos se sientan «aislados».
4. Presiones a favor de una ‘nueva transformación’ o de ‘encerrarse en sí mismos’
- Continuas ‘ depuraciones’ en las políticas actuales
La inscripción inicial puede parecer sólo un ‘registro’, pero después el gobierno exige:
- Participación en cursos políticos,
- Organización de conferencias sobre los «valores fundamentales del socialismo»;
- Insistencia en el lema de la «sinicización de la religión»;
- Cooperación en la retirada de cruces, exhibición de la bandera nacional;
- «Desacralización» de la decoración de la Iglesia y del lenguaje litúrgico.
Cada adhesión a estas obligaciones representa una nueva ‘transformación’ que puede diluir aún más la fe.
- Ser «intermediarios» en la lucha entre el gobierno y la religión
Obligados a mediar entre la ‘estabilidad social’ y la ‘atención pastoral’;
Sometidos a las preguntas de los fieles y a las órdenes del Gobierno, lo que conduce al agotamiento psicofísico y a la ansiedad por la fe.
- Ambigüedades a largo plazo en la espiritualidad y la identidad
- Crisis de identificación interior
A pesar de estar «legalmente reconocidos», pueden sentir que tienen una «identidad de fe confusa»;
Fácil pérdida del sentido del ministerio, abnegación, retraimiento e incluso impaciencia.
- Detención del crecimiento espiritual
Por «seguridad» deben practicar la «autocensura»;
Ya no se atreven a hablar de vocaciones, animar a los jóvenes al sacerdocio o predicar la verdad;
Se vuelven gradualmente «formales y burocráticos», perdiendo su papel de profetas.
Conclusión: la inscripción no es el final, sino una nueva cruz
Los sacerdotes registrados se encuentran en una situación muy delicada: aparentemente ganan legitimidad, pero interiormente se enfrentan a retos espirituales más profundos que sus colegas clandestinos.
¿Tendrán éxito en:
- ¿Mantener intacta la fe?
- ¿Guiar pastoralmente a los fieles sin perder autenticidad?
- ¿Preservar la conciencia y el testimonio dentro del sistema?
Es un camino que requiere gran sabiduría, valentía y oración para recorrerlo hasta el final.