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EL PASADO MIÉRCOLES, FIESTA DE SAN JOSÉ, FUE CERRADA UN ABORTORIO EN MANHATTAN, NUEVA YORK

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Redacción Religión en Libertad

Planned Parenthood, cierra su abortorio del SoHo, de la calle Bleecker en Manhattan, que era su «buque insignia» en la gran ciudad. Antes ya anunció otros cierres en la región de Nueva York.

La empresa abortista se instaló en Bleecker Street a inicios de los 90 y en su día llevó el nombre de la fundadora de la organización, Margaret Sanger, pero con los años hasta Planned Parenthood se ha ido distanciando del nombre de Sanger, por sus conexiones racistas y eugenésicas, que durante décadas minimizaron pero hoy les molestan.

Lo cierto es que Planned Parenthood se enfrenta a importantes cierres y agujeros económicos. En los últimos meses ha cerrado cuatro clínicas en todo el estado de Nueva York en los últimos meses, incluyendo una en Staten Island. Además, ya no realiza abortos de más de 20 semanas de embarazo y ya no ofrece sedación profunda al implantar DIU (por ahorrar en anestesia y anestesistas).

EL PODER DE LA ORACIÓN CONSTANTE

Mientras tanto, reciben con alegría el cierre de este abortorio histórico los miles de personas que durante años han rezado ante él, especialmente en las campañas de 40 Días por la Vida.

Lo recoge con emoción en su web el fotorreportero católico Jeffrey Bruno:

«Parecía especialmente apropiado que el anuncio [del cierre] se hiciera hoy, en la festividad de San José. San José, guardián de la Sagrada Familia, encarna la fidelidad, la humildad y la fortaleza silenciosa», explica el fotoperiodista.

«He documentado la presencia silenciosa pero inquebrantable de las vigilias de oración de Testigos por la Vida y 40 Días por la Vida durante más de una década. Mes tras mes, año tras año, bajo el frío intenso del invierno y el calor sofocante del verano, la gente de fe se reunía allí», escribe en su web.

«No cantaban ni gritaban consignas. No protestaban ni provocaban. Simplemente oraban: por las mujeres que cruzaban esas puertas, por los niños no nacidos cuyas vidas pendían de un hilo, por los que trabajaban allí y por una cultura que a menudo parece espiritualmente ciega a la santidad de la vida», añade.

«Este cierre podría parecer una simple decisión empresarial, otra víctima de las dificultades económicas para el mundo exterior. Pero para quienes se han arrodillado en esas aceras, quienes han abierto sus corazones en oración, se siente como algo mucho más profundo: un milagro, un momento en que el Cielo tocó la Tierra y las innumerables oraciones de los fieles fueron respondidas», considera Jeffrey Bruno.