El pueblo de fe está sostenido desde lo alto para defender nuestros valores y principios cristianos.
Luchamos contra espíritus malignos y sus agentes humanos, gobernadores de este mundo y destructores de la fe cristiana.
«Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes» (Pablo, efesios 6,12).