Su muerte se dio antes de la quincena de enero. La foto con el Santo Padre en 2013 se convirtió en un ícono de superación de los límites de la enfermedad.
Redacción El Debate – eldebate.com
Vinicio Riva, quien se destacó como protagonista de la foto más emblemática del pontificado del Papa Francisco, falleció a la edad de 64 años en Vicenza, al norte de Italia, donde estaba hospitalizado, sufría de la enfermedad de von Recklinghausen, una condición genética que había afectado notablemente su rostro.
El reconocimiento a nivel mundial llegó el 6 de noviembre de 2013, cuando el Papa Francisco lo distinguió en medio de la multitud durante una audiencia general, abrazándolo con afecto. La imagen de este abrazo perduró como un símbolo de superación de los límites de la enfermedad y de la importancia de la inclusión social y de la misericordia.
El abrazo y caricia del Papa fueron gestos que respaldaron sus palabras de denuncia, instándonos a despertar del letargo de la globalización de la indiferencia y de una sociedad cruel con tantas personas «descartadas».
Vinicio llegó a la Plaza de San Pedro con un viaje organizado por la Unitalsi, en compañía de su tía, Caterina Lotto. Fue esta mujer quien compartió, en una entrevista con el periódico local de (Il Giornale) Vicenza, la emoción de aquel encuentro. Según los médicos, él debería haber vivido solo 30 años y, sin embargo, estaba allí en el Vaticano.
«Fue muy conmovedor también para mí. Cuando nos vio», narró Caterina, quien en ese momento era la tutora de Vinicio y de su hermana, «el Papa se sumió en el silencio: tomó a Vinicio y lo abrazó con fuerza contra su pecho. No pronunció palabra alguna, pero me dedicó una mirada profundamente intensa».
Vinicio Riva, además de enfrentar la enfermedad, sufrió una caída de su bicicleta cerca de su hogar en vísperas de Navidad, resultando en la fractura de un fémur. Aunque la cirugía fue exitosa, complicaciones en el periodo postoperatorio surgieron, y lamentablemente, su corazón dejó de latir el 10 de enero.
En varias entrevistas, Vinicio también contaba que besó la mano de Francisco, «me atrajo hacia él», agregaba, «abrazándome fuerte y besándome en la cara. Tenía la cabeza contra su pecho, sus brazos me envolvían. Y él me abrazaba fuerte, como acariciándome, no se separaba. Traté de hablar, de decirle algo, no lo logré: la emoción era demasiado fuerte. Duró poco más de un minuto, pero me pareció una eternidad. Después, me volví hacia mi tía y le dije: «Ci lascio le penne». Una frase típicamente italiana para decir, que se deja la vida en ese instante.
Como el patito feo, Vinicio atravesó años de vergüenza y rechazo debido a la neurofibromatosis que afectaba su apariencia física. Sin embargo, en ese momento mágico en la Plaza de San Pedro, la imagen del Papa Francisco abrazándolo fue como la transformación del patito feo en un hermoso cisne.
El alcalde de Isola Vicentina, Francesco Gozzo, compartió en redes sociales conmovedoras palabras sobre Vinicio, quien residía en el lugar. Describió a Vinicio como una persona de una amabilidad y disponibilidad inmensas, a pesar de su enfermedad que lo llevaba a sentirse «un ser deforme» ante los ojos de muchos. Gozzo resaltó la bondad de Vinicio que trascendía las apariencias, destacando su humanidad excepcional incluso en medio de la dificultad para entender su voz ronca.