Está bien que se censure moralmente por un hecho pasado familiar al presidente de la JNJ, pero está mal que ese mismo criterio no se emplee para censurar, ya no por desaciertos humanos, sino por corrupción a muchos magistrados y fiscales que también fueron evaluados por la JNJ y que la idoneidad en el caso de administrar justicia es mucho más grave.
Aciertos y desaciertos morales lo tienen los mismos que acusan a otro, nadie se salvaría, pero la corrupción es otra cosa, ya es acto de maldad consciente no sólo contra una persona, sino también contra un colectivo social y de justicia: la corrupción es actitud de beneficiarse y perjudicar al país, así como maltrato a un pueblo sufriente que no alcanzan la justicia en sus autoridades.
Así que no seamos hipócritas y evaluemos las cosas en el orden y proporción a la asunción de un cargo público cuya idoneidad se califica en paralelo, para determinar tanto su vida privada como su vida pública.
Todo esto sucede, porque la corrupción empieza dentro, en su corazón, sea cual sea la profesión u oficio que tenga, eso sí es muy grave, porque es autoridad pública que hace mayor daño.
