«La Virgen dijo que cuando se ofrece la Misa y reza por sus difuntos, el Señor concede la gracia que se presenten ellos «
…» Del otro lado del sacerdote, de la derecha hacia atrás, había una multitud de seres… eran los santos y los bienaventurados del cielo. La Virgen dijo que cuando uno ofrece la Misa y reza por sus difuntos, y va nombrándolos mentalmente, el Señor concede la gracia de que en ese momento se hagan presenten ellos. Y me dijo: «Pide por tu padre, por tu abuela, pide por los tuyos». Y yo podía ver a todos ellos allí. Todos ellos estaban encabezados por San José… estaban casi cerca del brazo del sacerdote.
La Virgen Santísima estaba de rodillas a la derecha del altar, en una actitud de respeto, de veneración, de adoración, atenta, escuchando todo lo que decía el sacerdote, con las manos juntas, de rodillas, esperando en momento sublime de adorar a la Santísima Trinidad.
El sacerdote expreso las palabras de la Consagración, y no escuché más su voz. De pronto fue la voz de Jesús. El mismo era quien iba repitiendo: «Tomad y comed…».
Delante del altar, en la parte de adelante, de pronto se encendió como un fuego, unas llamas muy brillantes, como rojo con dorado… yo no podía ver las caras de las personas. Eran sombras, sombras de gente, sombras grises, con los brazos levantados hacia arriba. Y dijo la Virgen: «Son las almas del Purgatorio, que están a la espera de una oración de Uds. para sacarlas de allá. Oren por ellas, porque cuando ellas salen del Purgatorio, ellas oran por Uds. y los ayudan».
En el momento de la Consagración, cuando el sacerdote levantaba la Hostia, de pronto su cara empezó a brillar mucho, mucho, hasta que se veía una sola luz fuerte como un farol… una luz muy blanca; pero blanca y dorada al mismo tiempo. Se fue transfigurando el cuerpo del sacerdote… era un sacerdote bajito, de pronto se fue convirtiendo en un hombre grande, porque Jesús es un hombre fuerte y hermoso… Me di cuenta cuando El levanto la Hostia y vi las llagas… no era el sacerdote. Era Jesús que estaba allí en lugar de él. Era Jesús mismo, y Su Cuerpo abrazaba, rodeaba el cuerpo del sacerdote. Y dijo la Virgen:
«Nunca se fijen si el sacerdote es bueno o es malo… si el sacerdote es como es, pecador, el tendrá que dar cuentas a Dios… Uds., fíjense que las manos de un sacerdote son consagradas, y que por lo tanto no es el sacerdote… el sacerdote viene a ser «otro Cristo», es la persona de Cristo verdaderamente».
Cuando levantaba la Hostia, una luz muy brillante bajaba a la Hostia, y era el mismo Jesús que se ponía en la Hostia, Cuando Uds. van a recibir la Hostia, no solamente es Jesús……..van a recibir a la Santísima Trinidad.
Cuando el sacerdote elevo el cáliz, en ese momento hubo relámpagos, se oyeron truenos… era una oscuridad terrible. En ese momento vi a Jesús crucificado, con el rostro muy deformado, muy golpeado, sangrando… en ese momento salía sangre y agua de su costado, y caía al cáliz, y caía, caía copiosamente sobre el cáliz y no se derramaba. En el momento en que el sacerdote estaba haciendo la consagración del cáliz, de esa luz grande se desprendió un ave, un pajarito, una cosa de luz que se posó en el hombre del sacerdote y en Jesús.
Encima de Jesús crucificado había una luz muy brillante, muy grande… yo no podía ver la cara, pero veía las manos, unas manos abiertas así, a los lados, como enseñándome:
«Ese es mi Hijo Amado… este es mi Hijo… ¡mira lo que estas contemplando!»
Me di cuenta que era Dios Padre, que eran las manos de Él, y que la Santísima Trinidad estaba presente en ese momento
La Virgen me pidió que rezara por el sacerdote celebrante… en el momento en que se reza por la Iglesia, por el Papa, los Obispos, por el pueblo de Dios. En ese momento y en el momento en que comulga el sacerdote, todos nosotros debemos pedir por él. Pedir mientras el sacerdote está comulgando: Señor, santifícalo, perdónalo, ayúdalo, sálvalo, protégelo, bendícelo, ámalo, ¡qué importante es pedir por él!
La Santísima Virgen dijo: «Uds. corren detrás de todas las apariciones, y no está mal… y van a los lugares donde yo me aparezco… y no está mal, porque reciben verdaderamente muchas gracias…. pero, ¡entiendan bien! Estoy al alcance de todos, porque nunca estoy más presente en una aparición, que en la Santa Misa».
Por eso, era que Ella me enseñaba su presencia allí… todo el tiempo, desde que empieza la Misa, hasta que termina, la Virgen esta de rodillas, en una actitud que conmueve.
Luego vino el abrazo de paz, y la preparación para la Comunión… cuando iba a salir para comulgar, Jesús dijo:
«Espera un momento y observa». Una de las señoras que se había confesado en la mañana, se estaba acercando a recibir la Comunión, yo la veía por detrás, y en el momento en que el sacerdote ponía la Hostia en la boca de ella, una luz fuerte la atravesó salía por la espalda de ella, y de pronto fue redondeándose en sus hombros y en su cara… y Jesús dijo:
«Así es como Yo abrazo a un corazón que viene a recibirme limpio de manchas, puro…»
Alrededor de esa señora había una gran luz… en ese momento de la Comunión, verdaderamente él nos abraza… ¡Cuánto, cuanto nos ama Dios!
Delante de mí había una señora arrodillada. De pronto el Señor me dijo: ¡Escucha! (ella estaba con la boca cerrada, pero yo empecé a escuchar como si ella hablara, estaba escuchando su oración) Empezó con una letanía más o menos así: «Señor, no aguanto más las borracheras de mi marido, que deje de beber, porque ya no soporto más, haz algo. Señor, él tiene que dejar de beber. Señor, piensa en mi hijo, no te olvides que mi hijo tiene que pasar el año, ya es la segunda vez que va a repetir, y Tú no puedes permitirlo Señor, tienes que ayudarlo. Se acerca el pago del alquiler y me va a faltar dinero. Señor, y el colegio de los niños, y la luz” … y empezó, pídele y pídele. Y la vecina de al lado de esta señora también así. Se hizo un silencio. El sacerdote dijo: Oremos. Nos pusimos de pie y Jesús dijo con tono muy triste: «¿Te has dado cuenta? Ni una sola vez me ha dicho que me ama ni una sola vez ha agradecido el don que Yo le he hecho de bajar y de dar Mi Divinidad para que se una a su humanidad».
Yo pedí perdón, porque cuantas veces habré hecho lo mismo de pedir y no agradecerle y decirle cuanto lo amo, y cuanto necesito de Él, y cuanto bien me hace recibirlo. Al Bienhechor le gusta recibir el agradecimiento de las personas por las que hace algo. Y Jesús es el mendigo del amor, Él dice en uno de sus mensajes:
«Yo que soy Dios, soy el mendigo del amor y lo único que les pido es que me amen; vengo a pedir su amor, vengo a buscar su amor».
En el momento de la bendición, la Virgen volvió a tomar la palabra y dijo:
«Por favor, pon atención a este momento, y haz la señal de la cruz en la forma debida, esta puede ser la última bendición de tu vida. No hagan un garabato, reciban con fervor y con respeto, con amor, la bendición que el sacerdote reparte en el nombre de la Santísima Trinidad».
Cuando salíamos, Jesús dijo:
«Quédate un poco más, necesito decirte algo: Uds., organizan su vida de forma que tienen un día para cada cosa para visitar a sus familiares, para visitar a sus amigos, programan sus vacaciones, su trabajo, pero ¿cuál es el día en que, en familia, una vez al mes, aunque sea, dicen: hoy es el día en que vamos todos juntos a visitar a Jesús? y que vengan y permanezcan. No les pido más que media hora en Mi Presencia y si no tienen nada que decirme, permanezcan callados o pidan: Jesús te amo, quiero hacer tu voluntad, no es necesario que compongan oraciones.
¡DEJEN QUE YO LOS MIRE, LOS MIME, Y LOS LLENE DE TODO LO QUE QUIERO LLENARLOS!