La exhortación de Juan el Bautista a nosotros los pecadores para arrepentirnos y preparar el camino para recibir a Jesús es una exhortación para toda la generación humana.
La corona que por tradición cristiana refleja el momento de Adviento o la venida de Jesús, es de una mayor profundidad en nuestras vidas cuando en nuestro interior encontramos las palabras de Juan Bautista resonando en nuestra conciencia, envuelta en una simbología de amor espiritual y de preparación del corazón para recibir a Jesús.
Lo explicamos mejor: sabemos que Dios es eterno no tiene principio ni fin como la corona redonda de Adviento que en este tiempo litúrgico lo representa, pero espiritualmente significa también que ese inicio de recibir a Jesús es principio o comienzo también con nuestro Bautismo, donde el esplendor del amor eterno de Jesús se manifiesta en nosotros. Desde este momento estamos aptos para seguir a Jesús y preparar el camino para la vida eterna.
En esa eternidad espiritual es que nuestras vidas en tiempo finitos van dejando secuelas de pasado, vivencias de presente y proyecciones de futuro ¿de qué manera? Con los dones que recibimos venidos del amor perfecto de Dios y su sabiduría divina que nos toca seguir a Jesús en el camino de la conversión, del arrepentimiento y del amor a su Palabra eterna.
Aunque, para nosotros acabe nuestra vida en este mundo su presencia que es el Alfa y Omega, desde el Bautismo y hasta nuestra muerte es un camino de Gloria, por siempre con Él y en El.
Su amor eterno lo mostró desde la creación para que todos vivamos en el bien, en justicia, con misericordia y con todo contenido práctico de sus tesoros de enseñanzas celestiales que son inagotables.
Todo ello representa la corona espiritual en nuestro corazón, el plan de salvación viviendo con Fe, esperanza, alegría y en el amor eteno a Dios y al prójimo.
Dios existe desde un eterno presente y como dice el Salmo 62 del 5-7 su llegada, su venida es el seguro para mi vida para crecer espiritualmente día a día:
“Sólo en Dios hallo descanso, de él viene mi esperanza.
Sólo él es mi roca y mi salvación;
como él es mi refugio, no seré derrotado.
Mi gloria y mi salvación vienen de Dios,
Él es mi protección y mi refugio”.
Por eso, estar vigilante, con la lámpara encendida y en estado de gracia me impulsa a estar preparado para su venida, porque no sabemos cuándo será esa intervención divina en cada uno de nosotros; sólo él lo sabe, pero sí nos toca saber que hay una corona espiritual de vida eterna que es la de conocer a Jesús.
«Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.» Juan 17, 3-5.